Viki Ferrara-Bardile
Vicepresidenta
de la Comisión de Estilo de la Asamblea Nacional Constituyente, Venezuela.
Profesora Titular, Universidad de Los Andes, Apartado Postal 466, Mérida,
5101-A. Telefax: 58-274-2444072. Correo Electrónico: vikiferrara@yahoo.com
Investigación dedicada
a María León,
Vinicio Romero y Carlos César Rodríguez
Contenido
-
Funciones específicas del uso no-sexista del lenguaje
en la Constitución Bolivariana
-
Cómo se invisibiliza o excluye a las mujeres
con el uso de los genéricos masculinos
-
El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE),
21º Ed., 1992
-
La Comisión de Estilo de la Asamblea Nacional Constituyente
-
La Edición en Gaceta Oficial de la Constitución Bolivariana
-
Notas
-
Referencias
Bibliohemerográficas
En
este trabajo se demuestra como el uso no-sexista del lenguaje en la Constitución
Bolivariana restituye a las venezolanas sus derechos y su identidad como ciudadanas.
Refutamos el uso de genéricos como hombre, ciudadano, todos, etc., pues, al
querer abarcar los dos sexos, invisibilizan y/o hasta excluyen a las mujeres.
La introducción de vocablos femeninos, al lado de los masculinos en todo el
texto constitucional, es el fruto de recomendaciones de intelectuales feministas
hispanohablantes recogidas por la UNESCO y el Consejo de Europa. Las sugerencias
del Instituto de la Mujer de España y del Libro de Estilo de la Administración
Española son el resultado de consultas con varias instancias culturales y
científicas españolas, entre ellas el Instituto de Filología de la Universidad
Autónoma de Madrid.
This paper shows how the use of non-sexist
language in the Bolivarian Constitution restores to Venezuelan women their
rights and identity as citizens. We reject the use of generic terms such as
hombre ('man'), ciudadano, todos, ('citizens', 'all', gramatically masculine
in Spanish) etc., which are intended to cover both sexes but in fact render
invisible or exclude women. The introduction of feminine terms beside the
masculine ones throughout the text of the constitution is the result of the
recommendations of Spanish-speaking feminist intellectuals as recorded by
UNESCO and the Council of Europe. The suggestions of the Spanish Instituto
de la Mujer (Institute for Woman) and the 'Book of Style' of the Spanish administration
are based on consultations with several cultural and scientific bodies, including
the Institute of Philology of the University Autonomous of Madrid.
Language, sexism, constitution, non-sexist
use of language, legal language.
Mitos,
tradiciones, argumentos "científicos" y religiosos apuntalados por
la fuerza física, por las armas y las leyes han instituido, legalizado y sacralizado
la inferioridad de las mujeres dando así lugar a su subordinación total hasta
fecha muy reciente. Con esta violencia se las ha ido reduciendo al silencio
y a la ignorancia. Fueron, salvo contadas excepciones, excluidas de la educación,
de la vida pública y reducida a lo doméstico, lo privado. Las que osaron una
vez transgredir fueron ferozmente castigadas. Descalificación, burla, cacería
de brujas, encierro, escarnio, golpes, máscaras de hierro y cuero, mutilaciones,
violación, hoguera, lapidación... han sido algunos de los instrumentos de
la sumisión
[1]
. Cuatro o cinco milenios de esta política de despersonalización
permitieron que las mujeres fueran consideradas y se consideraran a sí mismas
inferiores, meros apéndices de los varones. Meros instrumentos de reproducción
de la especie, de manera eufemística llamada "misión" o "vocación".
Un mal necesario, pues, dijo el patriarcado. Hoy día los instrumentos para
descalificarnos son, sobre todo, los medios de comunicación de masas, la publicidad,
los textos escolares y religiosos, las revistas femeninas... y siguen siéndolo
igualmente las leyes, la burla, el lenguaje, la gramática y el diccionario.
Toda una campaña orquestada, a veces descaradamente y a veces sutilmente o
en forma subliminal desde las más altas esferas del poder político, económico
y religioso.
En este trabajo me limitaré a reportar que entre las múltiples
e insistentes denuncias de las feministas, está nuestra ocultación y hasta
exclusión también a través del lenguaje en particular y de sus normas sancionadas
por la gramática. Ocultación que se manifiesta de manera irrefutable, para
dar un ejemplo muy conocido, en el uso de genéricos masculinos para abarcar
ambos sexos. Dice la Gramática de la Real Academia Española, párrafo 74:
De los dos géneros, el masculino
es el de mayor extensión y el femenino el de mayor intensión [con “s”, por
favor, pues se refiere a “intensidad”].
Quiere esto decir que cuando el uso lingüístico ha decidido la indistinción
de los géneros, lo que se emplea en la expresión es el significante propio
del masculino. Así, en los padres, los reyes, los hombres, se significa la
fusión de ambos géneros (esto es, el padre y la madre, el rey y la reina,
los hombres y las mujeres) cuando tales expresiones se oponen a otras como
los hijos, los príncipes, los animales; pero sigue siendo vigente el masculino
cuando se manifiestan en oposición a los femeninos las madres, las reinas,
las mujeres.
Como
se ve, la violencia contra las mujeres se ejerce, gramaticalmente digamos,
de varias formas: una de ellas es en el uso sexista del lenguaje que, como
en el artículo gramatical citado, nos invisibiliza. Esa es la violencia que,
en otro idioma, denuncia Toni Morrison (1993), escritora afroamericana y Premio
Nóbel de Literatura, en su discurso ante la Academia de Suecia: "El idioma
del opresor, representa no sólo la violencia, sino que es violencia".
Porque el lenguaje no es inocente ni neutro: transmite ideología, interpreta,
reproduce la cultura, refuerza los valores imperantes en la sociedad y condiciona
nuestra visión de la realidad. Escribe Yadira Calvo (1990), aguda escritora
costarricense en su bien documentada y a la vez irónica obra A la mujer por la palabra: "el lenguaje
garantiza el orden patriarcal: Heredero y generador a la vez de una vasta
tradición sexista, impide percibir lo femenino, lo desvirtúa, lo ignora y
lo descalifica."
[2]
Entendemos
por sexismo el establecimiento de un
deber ser para cada sexo y consiste en partir de que hay conductas o características
humanas que son más apropiadas para un sexo que para otro, en palabras
de la teórica del ”género"
[3]
Alda Facio (1992). Por sexismo lingüístico entendemos el
empleo de vocablos (sexismo léxico) o la construcción
de oraciones (sexismo sintáctico) que, debido a la forma escogida por el hablante
y no a otra razón, resulta discriminatoria por razón de sexo, afirma Álvaro
García Messeguer (1994:24) autor de escritos importantes sobre el tema de
la discriminación en el idioma español. En efecto, podemos utilizar la palabra
"humanidad" o la expresión "ser humano" en lugar del término
"hombre", y utilizar "varones" cuando queremos referirnos
a los individuos de sexo masculino para evitar ambigüedades. Y, cuando esto
no es posible, crear el vocablo
que se adecue a nuestro pensamiento y a lo que queremos expresar. Todo esto
se refleja, para el caso que nos ocupa, en la terminología empleada en los
textos jurídicos y en los de la administración
pública.
Las exigencias de igualdad y equidad fueron recogidas por gobiernos y
por organizaciones internacionales que recomendaron la eliminación del sexismo
lingüístico en los discursos y documentos oficiales. Puede confrontarse en
ese sentido:
a)
La Resolución 14.1,
aprobada por la Conferencia General de la UNESCO en su 24ª Reunión, apartado
1) párrafo 2) de 1987 en la que se recomienda evitar, en lo posible, el empleo
de términos que se refieren a un sólo sexo, salvo si se trata de medidas positivas
en favor de la mujer;
b)
La Resolución 109 de
la 25ª Reunión, (párrafo 3 de la parte dispositiva) de 1989, recomienda -además
de lo anterior- promover su utilización por los estados miembros;
c)
Las Recomendaciones
para un uso no-sexista del lenguaje del Servicio de Lenguas y Documentos de
la UNESCO (1990);
d)
La Guía para el uso
no-sexista del lenguaje del Centro de Investigación para la Acción Feminista
(CIPAF. Dominicana);
e)
La Recomendación del
Comité de Ministros del Consejo de Europa del 21-2-1990. Se trata de una recomendación
tan importante que debiera ser atendida en particular por los países latinoamericanos.
Dicha recomendación establece textualmente:
1. Promover la utilización, en la medida de lo posible, de un lenguaje
no-sexista que tenga en cuenta la presencia, la situación y el papel de la
mujer en la sociedad, tal como ocurre con los hombres en la práctica lingüística
actual;
2. Hacer que la terminología empleada en los textos jurídicos,
la administración pública y la educación esté en armonía con el principio
de igualdad de sexos;
3. Fomentar la utilización de un lenguaje libre de sexismo
en los medios de comunicación.
Mención aparte merecen las propuestas del Instituto de la Mujer,
de España, y las del Manual de Estilo del lenguaje administrativo (1990),
editado por el Ministerio para las Administraciones Públicas y Asuntos Sociales
(de España también). Para elaborar ese manual, el Ministerio contó con la
colaboración de los Ministerios de Ciencia, de Cultura, de Asuntos Sociales
(Instituto de la Mujer) y con el Departamento de Filología de la Universidad
Autónoma de Madrid. En él se sientan las bases de un lenguaje administrativo
no discriminatorio en función de sexo: allí encontramos "conserja",
"oficiala", "fiscala", "generala", "gerenta"...
No se trata, pues, en nuestro caso, de "ignorancia y manejo absurdo y
caprichoso de las reglas gramaticales referentes a los géneros" ni de
"extremismos feministas": se trata de aggiornamento, de estar al
día con la nueva realidad social y gramatical. Y, por supuesto, de igual manera
han sido fundamentales los textos de escritoras, intelectuales, ensayistas,
lingüistas de ambos sexos con conciencia de género.
[4]
Gracias a la Asamblea Nacional Constituyente y a su Comisión de Estilo,
el articulado de la Constitución Bolivariana tiene un lenguaje oficial no-sexista.
Lenguaje jurídico, administrativo, que nos restituye como ciudadanas de plenos
derechos y deberes, que rompe con los parámetros tradicionales, que nos hace
co-protagonistas de los cambios sociales, que nos vuelve visibles históricamente
al afirmar nuestra participación -pasada, presente y futura- en todos los
ámbitos del quehacer social, económico, cultural y político nacional. Pensamos
también que la lectura y estudio de la Carta Magna en las escuelas tendrá
una función pedagógica importantísima para todo el alumnado, el femenino y
el masculino. De esa manera se logrará que, desde la infancia y la adolescencia,
el pueblo conozca sus derechos y sus deberes y se iniciará la "Educación
para la igualdad" propugnada por la UNESCO y ya muy activa en algunos
países latinoamericanos. "¡Podré ser presidenta!", Exclamarán las
niñas. "¿También las niñas pueden ser presidentes?", preguntarán,
extrañados, los niños. Y lo asumirán.
Además, quien se interese por saber, por ejemplo, cuáles son
los requisitos para ser presidente, vicepresidente, defensor o procurador
general de la República se topará de una vez con el equivalente femenino:
presidenta, vicepresidenta, defensora, procuradora... y cada vez que se encuentre
con un femenino éste le sonará como "una campana", una alerta, como
nos lo expresó el asambleísta Pedro Ortega Díaz. De este modo el pensamiento
no se dirigirá sólo hacia un candidato sino también hacia una candidata.
En materia de textos constitucionales, que sepamos, hubo el intento argentino
durante la Asamblea Constituyente de 1994. En esa oportunidad se presentaron
cuatro proyectos (tres del partido oficial y un cuarto de un partido opositor)
"para propiciar en el texto de
la Constitución Nacional la eliminación de todo vocabulario o toda formulación
que transmita estereotipos sexuales, con el objetivo de colocar al varón y
a la mujer en un mismo plano, evitando así toda discriminación y sexismo en
el lenguaje utilizado", relata la escritora argentina Lea Fletcher
(1997), también autora de varios trabajos sobre este tema. "Tuvieron
despacho favorable de la comisión de Poderes, peticiones y reglamentos y el
despacho fue remitido a la Comisión de Redacción; allí quedó". Pero las
mujeres que redactaron los proyectos a que nos referimos, tuvieron que librar
a la vez una "lucha feroz" "para detener al gobierno, a la
Iglesia y a las fuerzas conservadoras en su intento de convertir en crimen
el aborto", lo que les quitó tiempo y energías para lo demás. Igualmente
explican que "carecían del conocimiento acerca de la presión adecuada
a utilizar". Sin embargo, en 1996, en la elaboración de la Constitución
de la Municipalidad de Buenos Aires, prosigue Fletcher, "participaron
mujeres políticas feministas que hicieron todo lo posible para que la redacción
estuviera lo más libre posible de usos y expresiones sexistas".
Pero en Suiza, el Consejo federal, con decreto Nº 172 221 111 de 1972 promulgado
por la Asamblea federal en 1973 en las tres lenguas oficiales de ese país,
había ya oficializado el uso de la feminización de los títulos profesionales.
En 1986, el mismo Consejo estimó la necesidad de optar por "una terminología
que no estableciera diferencias entre los sexos" (UNESCO: 1999)
[5]
Y una comisión parlamentaria había establecido, en 1992,
una adecuación de los textos legislativos y una revisión de la Constitución
federal en ese sentido. La nueva edición de la Constitución suiza,
con lenguaje no sexista, es decir con los correspondientes femeninos para
cada término masculino (suizo, suiza; canciller, cancillera, ciudadano, ciudadana...
) salió en febrero (Etat noviembre) de 1999.
El
genérico "hombre", utilizado como sinónimo de género humano, de
seres humanos, oculta gran parte de nuestra realidad, de nuestra existencia,
de nuestras vivencias y hasta de nuestros aportes a la humanidad. Lo masculino,
el hombre, el varón, ha venido siendo el modelo, el paradigma de lo humano
y aunque se presente como sexualmente neutro al pretender abarcar a los dos
sexos, en realidad, nos excluye. Condena así a la invisibilidad
[6]
al femenino, género marcado como específico, como lo otro.
Por eso, cuando se usan genéricos como "hombre", "todos",
"ciudadanos" y hasta "persona", no siempre se entiende
inequívocamente que se está hablando a la vez de "hombres y mujeres".
Hasta vocablos como "universal" pueden no abarcarnos, pueden sutilmente
excluirnos: cuando en varios países se decretó el sufragio universal, en la
palabra "universal" no estaban comprendidas las mujeres. Pero el
sexismo lingüístico va mucho más allá de esos pocos ejemplos: atraviesa toda
la actividad humana pasada y presente.
Cuando nos remontamos, por ejemplo, a los orígenes de la civilización
surge de inmediato la visión del "hombre de las cavernas": y ese
cavernícola es un cazador, un varón, que provee de alimentos a las mujeres
que lo esperan en la cueva rodeadas de niñas y de niños supuestamente hambrientos.
Es decir que, en esa expresión "hombre de las cavernas", "hombre"
es igual a "varón".
Cuando las personas especialistas en antropología, primatología,
historia o sociología escriben en sus textos: "el hombre creó... hizo...
inventó...", simbólicamente están pensando en varones. Y eso mismo hace
el público lector o el alumnado. En cambio, la realidad parece haber sido
otra. Las investigaciones socio-antropológicas de las últimas décadas indican
cómo gran parte de las múltiples acciones esenciales para la supervivencia
de la especie, fueron obra de las mujeres como también llegó a reconocerlo
Gordon Childe en su Orígenes de la civilización (1925). Aún hoy día, en las
sociedades recolectoras-cazadoras la mayor porción de la dieta (un 70%) es
aportada por las mujeres (Linton: 1979, 41).
Igualmente, al observar las ilustraciones referentes a "las
edades del hombre", o a la evolución humana hasta el homo sapiens
[7]
, solo vemos representadas en los textos figuras masculinas
y el término "hombre". Georges Bataille, en Las lágrimas de Eros
tiene bien claro lo que se entiende por "homo" cuando afirma que
"el homo sapiens se ha vuelto consciente de sí mismo debido a que sus
genitales son visibles" (Calvo, 1990). De esta forma Bataille incurre
en lo que se llama "salto semántico"
[8]
.
Se incurre en salto semántico cuando un hablante o escritor emplea un vocablo de género masculino en
su sentido genérico [en este caso "homo sapiens"] y construye sobre
él una primera frase cuyo significado conviene a uno y otro sexo [el homo
sapiens se vuelve consciente de sí mismo] y, más adelante, en el mismo contexto,
repite el empleo de ese vocablo masculino (de forma explícita o implícita),
pero esta vez en su sentido específico[genitales visibles], es decir, referido
a varón exclusivamente [que es el único que tiene los genitales visibles].
Este segundo empleo demuestra que en la mente del autor el primer enunciado
[el homo sapiens se vuelve consciente de sí mismo] era ya sexista, circunstancia
que habría pasado inadvertida de no haberse añadido la segunda frase [debido
a que sus genitales son visibles]. (García Messeguer,1994) (Los corchetes
son míos)
Eso mismo sucede en nuestra Constitución del '61 cuando establece,
en el Art. 61, que "No se permitirán discriminaciones fundadas en la
raza, el sexo, el credo o la condición social". En la expresión "el
sexo" están implícitos ambos géneros, es decir, "los hombres y las
mujeres" "los venezolanos y las venezolanas". Sin embargo,
observen -por ejemplo- este artículo tomado de la misma Constitución del '61:
Art. 37. "Son venezolanos por naturalización desde que
declaren su voluntad de serlo:
1º "La extranjera casada con venezolano".
Esto significaba que sólo el venezolano varón
podía transmitir su nacionalidad a su cónyuge.
El sesgo androcéntrico es igualmente
grave cuando utilizamos el término "niño" o "niños" para
abarcar ambos sexos, según nos lo hace ver Jesús María García Saénz (1998):
Los niños (varones) son siempre
nombrados, son los protagonistas de las acciones y cuentan con modelos de
referencia con los que se pueden identificar. Esto tiene repercusiones en
su autoconcepto y su autoestima y, en ocasiones, les genera una "sobreidentidad",
se creen capaces de hacer cualquier cosa sin valorar los riesgos. Las niñas,
sin embargo, no son nombradas; en raras ocasiones son protagonistas de las
acciones y no disponen, a través del lenguaje, de modelos con los que identificarse.
Las consecuencias de esta invisibilización, exclusión o subordinación pueden
tener reflejo en una menor autoestima y en la creación de una "subidentidad"
Mayor ocultación hay en expresiones como "oficios del hogar",
"quehaceres domésticos" o "amas de casa" que son para
nosotras, en realidad, arduo e interminable trabajo, hoy felízmente reconocido
como "actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y
bienestar social" en la Constitución Bolivariana (Art. 88). Según estudios
del Banco Central (1983: I, 20, 60 ss): el valor de todos los bienes y servicios
producidos en la nación se vería incrementado de un 20 a un 63%, si se reconociera
al trabajo doméstico el derecho a figurar al lado de las demás actividades
laborales, muchas de las cuales son menos onerosas y de mucha menor importancia
para la supervivencia de la sociedad.
Pero todavía hay varones que dicen: "No, mi mujer no trabaja. Mi
mujer está en la casa." O mujeres que, además, añaden: "Él manda
porque él me mantiene a mí y a mis hijos". Ya en pleno dos mil, ¿quiénes
saben, por ejemplo, que - desde hace varias décadas- el 50% del alimento mundial
es producido en su inmensa mayoría - por mujeres del Tercer Mundo? Y que las
tales "horas/hombres" que se trabajan en el mundo, en un 60% son
realizadas por las mujeres, o sea que debieran más bien ser llamadas "horas/mujeres"?
Como han podido observar, en efecto la palabra "hombre" - ya
sea de las cavernas o del 2000- cuando se utiliza como sinónimo de género
humano nos invisibiliza. Una demostración más de que no estamos erradas en
nuestra posición a favor del uso no-sexista del lenguaje, de un lenguaje claro
que nos haga visibles sin ambigüedades, es que de la primera Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) se tuvo que pasar a la Declaración
de los Derechos Humanos (1948). Pero, como dentro de esos derechos "humanos"
no estaban claramente comprendidos los derechos específicos de las mujeres,
se tuvo que seguir trabajando en diferentes convenciones hasta llegar a la
consagración del principio de que "los derechos humanos de la mujer y
de la niña son parte inalienable, integrante e indivisible de los derechos
humanos universales" (II Conferencia Mundial de Derechos Humanos, Viena:
1993). Esta también fue una larga lucha: demostrar que vocablos como "hombre"
y -según el texto y el contexto-
también "varón" no son el paradigma de lo humano, que hay dos sexos:
ambos específicos, ninguno modelo del otro.
¿Y qué vocablo más abarcante que el pronombre indefinido "nadie",
que significa "ninguna persona"? Fernando Mires (1996), ensayista
chileno, en la revolución que nadie soñó..., describe la revolución microelectrónica,
la ecológica, la política, la paradigmática y la feminista. Sin embargo, describir
la feminista como "una revolución que nadie soñó" es no reconocer nuestras
luchas en los últimos tres siglos. Pero éste no es el caso de Mires, autor
ampliamente informado y que, al comenzar su trabajo, se había encontrado "con
miles de libros y documentos feministas". Esto demuestra cómo el sexismo
está más en la mente que en la lengua del hablante. Y está en la mente, porque
es en la mente donde los prejuicios han estado por milenios. Por eso el subconsciente
ha traicionado a Mires: en efecto "nadie" (si "nadie" significa aquí "ningún
varón"), podía haberla soñado. Nosotras, en cambio, ¡sí la habíamos soñado! Como la soñó la sabia italiana Christine de
Pisan en su Ciudad de las Damas allá en el año de 1405 en la corte de Francia...
O como lo soñaron tres monjas budistas ya en el 600 a. C. Hay un volumen de
518 páginas con los testimonios de ese sueño a través de 2600 años de resistencia.
(DeLamotte, 1997)
[9]
.
Y si todavía tienen dudas sobre el sexismo lingüístico como transmisor
de costumbres sociales discriminatorias, revisen las ofertas de trabajo de
la prensa diaria: los cargos que denotan alta jerarquía o posición de mando
son todos al masculino. Se buscan "secretarias" pero no "ejecutivas".
Los críticos y la crítica
Las críticas al lenguaje de la Constitución no faltaron y muchas de ellas
están prácticamente desmontadas en este trabajo. Pero hubo un dómine en particular,
miembro de la Comisión de Estilo, que se empecinó repitiendo en tres artículos
dominicales los mismos argumentos. (No tuvo ni una palabra para la tragedia
del Litoral). Se trata, ya lo habrán advertido, de un antiguo profesor, gramático
y columnista muy leído y respetado, que habla de "redundancia",
"comicidad", "desastre lingüístico", "manejo caprichoso
y absurdo de los géneros gramaticales", "demostración de ignorancia",
etcétera, que le quitan "seriedad y desprestigian" a la Constitución.
Acusa a los constituyentes de haber dejado "de lado la sensatez para
hacer una supuesta concesión a las mujeres". Es tal su rechazo al nuevo
lenguaje que, para sorpresa de muchos, llegó a pedir al Dr. Escarrá que en
su Proyecto de Enmienda constitucional, la Nº 1, proponga "regresar el
texto a la normalidad gramatical" (Márquez: 2.1.2000). Al mismo tiempo
propuso también una campaña con el mismo fin y con la colaboración de "una
abogada y profesora de la UCV, consecuente defensora de los derechos humanos."
[10]
A propósito de "ciudadanos y ciudadanas", expresión
con la que en principio no estaba de acuerdo, había -sin embargo- escrito
nuestro gramático:
Y no es que sea malo precisar
que se trata de los dos sexos, sino que, de establecerse en una norma constitucional,
hay que hacerlo así en todas las demás normas que se refieran a las personas.
Por ejemplo, si se habla de los ciudadanos, habrá que decir en todos los casos
"ciudadanos y ciudadanas", etc. porque de hacerlo unas veces y otras
no, podría entenderse que, cuando no se haga, la norma sólo será aplicable
a las personas de sexo masculino, lo cual sería discriminatorio" (Márquez:
19.9.99).
Hastiada de "tanta quejantina", le respondió la profesora Gioconda
Espina (10.1.200), también miembra de la Comisión de Estilo:
En la primera de las dos únicas
reuniones de la Comisión de Estilo[...] el profesor Márquez no dijo nada de
eso en lo que ahora abunda. Lo que dijo fue que si se incluían las formas
masculinas y femeninas de los términos, "debía hacerse en todos los párrafos
y no intermitentemente, es decir, en un párrafo sí y en tres no". A lo
cual algunos de los presentes (y las dos mujeres) gritaron a coro: "¡siempre!".
Pero sigamos con el texto del profesor: "También se dice en este
proyecto que 'los venezolanos y venezolanas' tienen que actuar en defensa
de la patria...' Muy bien como principio ético. Sin embargo, la expresión
'venezolanos y venezolanas', aparte de ser redundante, puede ser inconveniente",
(sin añadir en dicho artículo cuál puede ser la inconveniencia). Pero queremos
aclarar, a propósito de redundancias, que en ninguna parte del mundo el lenguaje
oficial es el lenguaje de la literatura, pues el oficial persigue fines diferentes.
Una cosa es el lenguaje literario y otra cosa, muy distinta, el lenguaje jurídico
y administrativo. Leamos la definición de la Enciclopedia ENCARTA (1999):
Lenguaje administrativo y jurídico.
Modalidad del lenguaje que se utiliza de una manera determinada y precisa
para la obtención de un fin concreto con arreglo a unas fórmulas establecidas
-algunas son latinismos y arcaísmos-, léxico determinado y convencional, muchas
iteraciones y aparentes redundancias que en este caso concreto no lo son,
sino que por su naturaleza lo que se busca es la exactitud y el que no exista
ninguna duda sobre lo que se expone [...]
El lenguaje jurídico tiene
como fundamento la objetividad y la generalidad, ya que debe cumplir una función
social que obliga a todas las personas y para que éstas se sientan obligadas
a su cumplimiento ha de estar expuesto con claridad (el énfasis es mío).
El mayor logro estilístico en un cuerpo legal es, pues, la claridad y
nada hay más diáfano y trasparente que ese lenguaje de género de la Constitución
Bolivariana. Nueva Constitución que tiene "rostro de mujer" como
dijo María León, antigua luchadora social y defensora de los derechos de la
clase trabajadora. Rostro y cuerpo de mujer: forma y sustancia.
Pero volvamos a nuestro gramático:
En Castellano la forma masculina,
además de definir uno de los sexos, adquiere en determinados contextos, como
en éste, carácter genérico, es decir, que abarca los dos sexos. Ello no se
debe, como algunos pretenden, a que el lenguaje sea machista, ni a que la
gramática haya sido escrita por los hombres, puesto que la gramática no establece
las normas de uso, sino que las registra, recogidas del habla común (19.9.99)
(El énfasis es mío).
Pues seguimos creyendo que la gramática y sus gramáticos sí son, muchas
veces, machistas. Leer para creer las siguientes definiciones del Diccionario
de la Real Academia (DRAE) considerado la Biblia de nuestro idioma:
VARÓN. 1 criatura racional del
sexo masculino.
MUJER. Persona del sexo femenino.
¿Cuál regla gramatical, cuál norma de uso, cuál habla común impidió a
los miembros y a las miembras (42 varones y dos mujeres, sólo dos mujeres
en casi 300 años de su historia) de la Real Academia Española (RAE) definirnos
así:
MUJER. 1. criatura racional del
sexo femenino?
Precisa Alarcos LLorach, redactor de la última edición de la Gramática
de la RAE.:"La Academia, con mutaciones varias a través de sus tres siglos
de vida, ha defendido criterios de corrección basados en el uso de sus varones más doctos, según decía Nebrija".
No lo dudamos.
Muchas de las censuras hechas al lenguaje de la Carta Magna
las han centrado en si los femeninos utilizados estaban o no estaban en el
DRAE. Sin embargo, se ha llegado hasta a censurar el uso de femeninos que
sí aparecen registrados. Ese fue el caso del ya citado crítico de la redacción
de la Carta Magna, y de un rabioso conductor TV (Primera Página, Globovisión),
que objetaron el uso de femeninos como "rea" , pues, según el DRAE,
aparecen como "poco usados" y "porque en Venezuela no los usamos"
(sic). Sin embargo, en las "Advertencias para el uso de este diccionario"
(1992) se dice textualmente:
En esta edición
se usa muchas veces la indicación de desus. o p. us. [poco usado] , pues el
Diccionario que en sus diferentes ediciones se ha basado siempre en el que
la Academia publicó de 1726 a 1739 y que se conoce con el nombre de Diccionario
de Autoridades, conserva, naturalmente, materiales lexicográficos de épocas
pasadas que, aunque hayan decaído en su uso, forman parte de la lengua tradicional y literaria.
Esta indicación orienta al que utiliza el Diccionario sobre su vigencia actual.
//Puede ocurrir que una voz
desusada o anticuada en la lengua corriente, se conserve, sin embargo, en
alguna región de España o de América. En este caso, como en todos los demás,
téngase presente que la referencia geográfica no quiere decir que la voz sea reprobable en la lengua literaria o culta;
quiere solo advertir al lector dónde será perfectamente comprensible tal vocablo
(El énfasis es mío).
Además, esto es precisamente lo que queremos: que se usen. Es que estos críticos no se
han enterado aún de que las mujeres, que somos más de la mitad de la población
mundial, estamos gestando una revolución en todos los ámbitos del quehacer
humano y que esta Constitución es revolucionaria. Es "innovadora",
como bien apuntó el lingüista y profesor Luis Álvarez León (1999) en El Nacional
del 13.12.99. Y a propósito del término "rea" (antes citada) el
mismo Álvarez León escribió:
Con relación a rea, nos suena
mal, porque hemos sido formados bajo los cánones de la gramática tradicional.
Pero hay palabras que están en el sistema y aunque no existan en el uso, pueden
existir en un momento dado. (Eugenio Coseriu, 1969. "Sistema, norma y
habla"; Teoría del lenguaje y lingüística general. Gredos). Por tal motivo,
la Constitución posee un carácter innovador en cuanto a lo que podría denominarse
una atracción genérica, necesaria en el idioma para la realización de ajustes
paradigmáticos.
Podemos oponernos a hechos,
corrientes, modelos o proyectos, en cualquier momento. Pero sería aconsejable
que lo hiciéramos con criterios que dominásemos bien, para no incurrir en
falacias.
En todo caso es bueno volver a las palabras de Morrison, en este caso
sobre el lenguaje oficial (ella no se refiere aquí al lenguaje administrativo
o jurídico, sino al lenguaje de algunos literatos, pero que bien se puede
aplicar a nuestros dómines). Dice la Premio Nóbel: el
lenguaje oficial, el que manejan los centros del poder, es como una armadura
que se lustra para que tenga brillo, pero que hace mucho tiempo fue abandonada
por el caballero. [...] El idioma de los usuarios del poder es un idioma empobrecido
que habla a los que obedecen o para obligar a la obediencia. Y más adelante
añade: El idioma del opresor... no solamente pone límites al conocimiento,
sino que lo petrifica.. Sí. Lo quieren petrificar en normas -en este caso de géneros gramaticales- y hacerlas
inmutables cuando el lenguaje es un instrumento vivo y, por lo tanto, cambiante.
Lo que quieren es que hablemos y escribamos como ellos, para que sigamos pensando
como ellos. Además, se les olvida con frecuencia, cuando les conviene, que
los idiomas no se rigen por normas rígidas, sino por usos fluctuantes. Y que
los usos cambian, envejecen y renuevan con el tiempo.
Porque generala, coronela, oficiala, militara, fiscala, decana, etcétera,
etcétera, se usaban y/o se usan, por lo general y según las diferentes ediciones
del DRAE, sólo para indicar a las esposas de un general, coronel, oficial,
militar, fiscal, decano, notario...dándole así un diferente valor semántico
a esos términos según se trate de varones o de mujeres. La Real Academia y
algunos gramáticos aún no han advertido que en el mundo entero existen mujeres
que han llegado, gracias a las reivindicaciones feministas primero y por escalafón
después, a ser generalas, coronelas, oficialas, militaras, fiscalas, decanas,
notarias... Para que "legitimaran" a "jueza" tuvimos que
esperar hasta 1992. "Pilota", para indicar a una mujer que conduce
un avión o un auto de carreras, no aparece aún en el DRAE de 1992. Sin embargo
desde Amelia Earhart (1898-1937), aviadora estadounidense, famosa por sus
vuelos transoceánicos y su intento de dar la vuelta al mundo en avión, hasta
la venezolana Patricia Montalenti
[11]
, pasando por Valentina Tereskova, miles y miles son las
pilotas y ya hay astronautas por decenas. Tampoco se han enterado de esto
los dirigentes de nuestra Fuerza Aérea
[12]
. "Aviadora" sí está en el DRAE, "pilota"
no aparece porque supone mayor categoría: manejo además de buques, autos de
carreras... Pues ya hay mujeres piloteando buques y autos de carreras: ¿tendríamos
que llamarlas "pilotos" hasta que el DRAE las reconozca? Por supuesto
que no: el idioma cambia continuamente con los tiempos, las costumbres, la
realidad social: si el femenino no aparece en el DRAE, hay que crearlo. Podemos y debemos crearlo.
Escribió mi inolvidable profesor de la Universidad Central Venezuela,
Angel Rosenblat, en su obra Buenas y Malas palabras (1956), obra de referencia
indiscutida en cinco volúmenes: "El no
figurar en el Diccionario académico no nos parece pecado nefando. La Academia
no crea los usos, sino que los legitima, para lo cual el uso debe preceder
necesariamente a la inclusión en el Diccionario. Ya figurará- nos hubiera dicho el gran Don Miguel de Unamuno"(2:178).
(El énfasis es mío).
Y si las testigas
[13]
ahora entran a los tribunales, también deben entrar
al Diccionario. Tal como lo deseara Rosenblat, hablando de las diferentes
épocas por él observadas en el uso de los femeninos:
Viene entonces una segunda
época, de feminismo naciente y expansivo. Las mujeres aspiran a una designación
propia y diferenciada. La presidenta, la regenta, etc. ya no son la mujer
del presidente o del regente, sino la que preside o que rige. Se imponen así
doctora, profesora, anfitriona, notaria, jefa, diputada, ministra, candidata,
consejera, cirujana, jurisconsulta, mayordoma y centenares más (hasta concejala,
consulesa, choferesa, etc.), a medida que la mujer va penetrando en nuevos
campos de la actividad social, reservados antes al hombre. La función creó
el órgano expresivo. No faltaron gramáticos conservadores y huraños que regatearon
la legitimidad de esos títulos. Pero el feminismo gramatical se impuso."
(1:7).
A raíz de los últimos cambios políticos y a la oferta de un cambio social
y jurídico, las mujeres organizadas, algunas feministas autónomas y el Consejo
Nacional de la Mujer (CONAMU) llevamos a la Asamblea Nacional Constituyente
(ANC) de 1999 las Propuestas para Una Visión de País con Ojos de Mujer. En
esa oportunidad pedimos que la nueva constitución fuera redactada con un lenguaje
que no nos ocultara. Las asambleístas, representadas -mejor fue imposible-
por las doctoras Blanca Nieves Portocarrero y Marelis Pérez Marcano -a proposición
del asambleísta William Lara-, lograron que la ANC lo aprobara por unanimidad.
De inmediato María León, Presidenta del Consejo Nacional de la Mujer (CONAMU)
me propuso -y fui aceptada- como representante de dicho Consejo ante la Comisión
de Estilo, puesto que yo ya había trabajado, con la ecóloga Magistra Nelly
Suárez, en la redacción final de las Propuestas. Luego también entró a formar
parte de esa Comisión la Dra. Gioconda Espina, profesora de la Universidad
Central de Venezuela, ensayista de garra y antigua luchadora por nuestros
derechos. Fue para mí un placer y un honor trabajar en esa Comisión presidida
por el asambleísta e historiador bolivariano Dr. Vinicio Romero, quien me
pidió que lo acompañara en la revisión de algunas sugerencias. Yo gustosamente
acepté y trabajé con él hasta la madrugada del 20 de noviembre en que terminamos
el trabajo conjunto.
La Comisión estuvo compuesta por académicos, abogados, poetas, escritores:
un grupo selecto, en suma. A cada integrante se nos entregó una copia del
articulado y cada quien la devolvió con sus sugerencias. Tuvimos mucha suerte de que fuera Vinicio Romero
el de la última palabra, pues en la defensa del nuevo lenguaje sostuvo varios
y serios enfrentamientos verbales con personalidades de dentro y fuera de
la Comisión. Debo destacar que de los compañeros varones de dicha Comisión,
solo el indigenista Emilio Monsongyi presentó sus observaciones -por escrito-
sobre la introducción de los términos femeninos, por cierto que coincidentes
con las indicaciones de Gioconda Espina y con las mías.
Con respecto a los miembros de la comisión de abogados y politólogos,
que eran los que revisaban los textos en el procesador en el Salón Tríptico
del ex-Congreso Nacional, diré que estaban al principio un poco extrañados
y dudosos sobre la conveniencia del "lenguaje de género"; pero fueron
luego ampliamente solidarios conmigo cuando repasábamos una y otra vez el
articulado en la búsqueda de vocablos sexistas. Mi especial aprecio para Frank
Payares y Rubén Martínez I. Dalmau, ambos profesores de derecho constitucional.
Trabajé, sobre todo la última semana, junto al Dr. Romero,
con la Comisión de Juristas. A marcha forzada, revisábamos una versión tras
otra pues a diario cambiaba el articulado y la numeración (esto último nos
complicaba un poco más el trabajo), cada vez que la Asamblea aprobaba un artículo
nuevo, se revisaba o corregía algún otro artículo anterior relacionado con
el nuevo. Luego vino también la llamada Comisión Técnica para llegar a acuerdos
sobre los puntos álgidos. Y hubo más cambios, lo que nos obligaba a volver
a empezar la revisión. Había mucha presión con el problema del tiempo. Sí.
Hubiera podido hacerse mejor y, en algunos casos, más fluida la redacción.
Antes de la primera publicación en la Gaceta Oficial (Nº 36.860 del 30.12.99)
se hicieron, además, varias correcciones y se añadieron unos femeninos que
se nos habían pasado por alto. El 24 de marzo de este año (2000) salió ya
la edición definitiva corregida (Nº 5.453 extr.) con la Exposición de motivos
[14]
.
Como han podido observar, aunque
en español nada se opone -ni fonética ni gramaticalmente- a feminizar un sustantivo
masculino, habrá que convenir en que la resistencia mayor no es de orden lingüístico
sino social y, más explícitamente, la resistencia es contra las reivindicaciones
de las mujeres en los nuevos tiempos.
Ya
el lingüista Guillermo de Humboldt (1767-1835), hermano de Alejandro el geógrafo
(1769-1859), había afirmado: El hombre
nace en una lengua y cada lengua impone al que la habla una anterioridad activa
de sus experiencias pasadas, el peso de generaciones innumerables que gravitan
sobre una sola. La energía del individuo tiene solo un débil poder que oponer
a la fuerza masiva de la lengua (García Messeguer,1977).
Sí.
Es cierto. Pero ahora muchas mujeres hemos ido adquiriendo autoridad y poder,
empoderándonos como se decía antiguamente, por estar unidas y nos oponemos
a ese lenguaje opresivo de "generaciones innumerables". Sabemos
que el idioma es el "compañero del imperio", como lo consideró Nebrija,
autor de la primera gramática de la lengua, allá en 1492. Pero también es
un "vínculo de fraternidad" entre las jóvenes naciones americanas,
como lo consideró Bello, el gramático por excelencia, en 1847. Y para las
minorías discriminadas, para Toni Morrison y para nosotras, el idioma hoy
representa un "instrumento de libertad", pues la vitalidad de un
idioma está dada por su capacidad de ilustrar la vida soñada y posible de
la persona que habla, de la que lee y la que escribe. Plasmar el sueño de
igualdad y participación de las mujeres en el discurso oficial es lo que se
hizo en la nueva Carta Magna.
La
Constitución Bolivariana pasará a la historia de la lucha por los derechos
de las mujeres, lucha comenzada por las venezolanas en el año '36, con seis
grandes hitos: el reconocimiento del trabajo doméstico
[15]
que rompe con la división entre lo público y lo privado
(observación ésta de Marelis Pérez Marcano), el seguro social integral para
el ama de casa, el concepto de "familias" así, en plural, el derecho
a la vida de la mujer embarazada, el derecho a la planificación familiar
[16]
, y el uso no-sexista del lenguaje. Amen del reconocimiento
de los derechos de los niños, las niñas, las personas adolescentes, las personas
de la tercera edad (o "adultas mayores") y de las personas con necesidades
especiales. Pero:
¿Eliminado el uso sexista del lenguaje, eliminada la discriminación?
A
pesar de los grandes cambios que las mujeres hemos experimentado y hecho experimentar
a lo largo del siglo, el uso sexista del lenguaje sigue siendo un instrumento
más para reforzar nuestro papel tradicional. Dice la UNESCO:
Habrá quizá quienes piensen que
intentar liberar el lenguaje de ciertos usos lingüísticos sexistas equivale
a poner la carreta delante de los bueyes, ya que el lenguaje, que refleja
los prejuicios sexistas acumulados durante generaciones, no cambiará hasta
que la igualdad de las mujeres con los hombres no se sancione realmente en
la práctica y, consecuentemente, los prejuicios sexistas que el lenguaje transmite
vayan desapareciendo paulatinamente con el tiempo. Sin embargo, pese a su
dimensión conservadora y su carga tradicional, el lenguaje, por su estrecha
relación dialéctica con el pensamiento, puede cambiar gracias a la acción
educativa y cultural, e influir positivamente en el comportamiento humano
y en nuestra percepción de la realidad.
Lamentablemente,
a pesar del creciente reconocimiento nacional e internacional de la justeza
de nuestra posición, aún hay quienes persisten en creer que esas discusiones,
esas reivindicaciones son nimiedades o "torpezas" de feministas
ridículas. La verdad es que todo cambio trae miedo, angustia y oposición:
por un lado la de aquellos que se sienten afectados, porque siempre nos han
"representado" y, por el otro, la de aquellas que están aún colonizadas
por dentro y prefieren identificarse con los que detentan el poder y siguen
presentándose como "señoras de" o como ingeniero, médico, abogado,
arquitecto... Lo mismo pasó con muchos esclavos y esclavas negras que se aliaron
con los "amos blancos" en contra del movimiento abolicionista. Cuando
algunas mujeres denunciamos el sexismo o el machismo en general, nunca falta
algún varón o alguna congénere que nos acuse de ser las -¿únicas?- culpables
de nuestra condición.
La
verdad es que el poder masculino, como todo poder, no se mantiene solamente
por su propia fuerza, necesita de la colaboración del grupo dominado. Escribe
Lea Fletcher , ensayista y literata argentina:
Cuando el grupo dominante es minoritario
y cuando su propia reproducción depende de la participación del grupo dominado,
el dominante debe lograr la cooperación del grupo dominado. Esto se ve claramente
en el patriarcado cuyo funcionamiento es posible únicamente gracias a la colaboración
de las mujeres. Los medios utilizados -los medios para la violencia, al decir
de [Hannah] Arendt - para asegurar esa cooperación incluyen: inculcar a las
mujeres la idea de su inferioridad genérica, negarles acceso a la educación,
mantenerlas económicamente dependientes, controlar su sexualidad, desconocer
y/o borrar su historia, suprimir su lenguaje e imponerles otro que la desvaloriza
y/o niega, y privilegiar a las obedientes. Las mujeres sin una conciencia
feminista de género ignoran esto y colaboraran "libremente" con
el poder patriarcal.
Las
mujeres, continúa Fletcher, "tienen que tomar conciencia de la imprescindibilidad
del poder y unirse en él para crear un lenguaje que las exprese porque si
no, terminarán como [la ninfa] Eco
[17]
: condenadas a repetir un discurso ajeno que las llevará
a su aniquilación". Viki Ferrara
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Revista
Otras Miradas Grupo
de Investigación en Género y Sexualidad GIGESEX
Facultad de Humanidades y Educación Universidad de Los Andes Mérida-Venezuela
|
[1] Si les parece increíble, léase en la prensa lo que está
sucediendo en Afganistán desde 1996: golpes, lapidación, prohibición de
trabajar, de asistir a la escuela, a los hospitales, en fin, encierro total en
la casa. Hasta la toma del gobierno por los talibanes, las mujeres podían ir
hasta a la universidad y ejercer libremente oficios y profesiones. Ahora la
mayoría de las mujeres son viudas debido a la guerra y no tienen de qué vivir:
se teme una sublevación.
[2] Esta obra de Yadira Calvo es lectura obligada para toda
persona que quiera asomarse al sexismo lingüístico a través de la historia.
[3] El "género" (que no es sinónimo de
"mujeres") hace referencia a la dicotomía sexual impuesta socialmente
a través de roles y estereotipos que hacen aparecer a los sexos como
diametralmente opuestos y está basado en relaciones de poder entre dominantes y
dominadas. El enfoque de género deconstruye esa realidad social, nos permite
visibilizar nuestra realidad y actuar en consecuencia.
[4] Conciencia de género: confróntense los últimos cuatro
párrafos de este trabajo.
[5] Suiza. Rapport sur le programme
législatif “Égalité des droits entre hommes et femmes”, FF 1986 II, 1132 et suivants,
26 février 1986.
[6] Sobre nuestra invisibilidad en el discurso jurídico
venezolano como propiciador de violencia e impunidad, léase el ensayo de la
Dra. Elida Aponte (1999), estudiosa con perspectiva y enfoque de género.
[7] Y si hablamos, por ejemplo, de cambios evolutivos, los
cambios de nuestra anatomía para llegar a la bipedación han sido diferentes y
más variados y profundos que los de los varones. Esto se debe a que nuestros
órganos reproductivos son más especializados y, por lo tanto, más complejos,
más evolucionados en la escala biológica. Según la hipótesis más aceptada hoy
día, el primer grupo humano lo conformaron las mujeres y sus hijos. Y el varón
no nació cazador: por lo menos, hasta el momento, no hay ningún gen que lo
pruebe. Hasta se afirma que el varón tuvo primero que aprender múltiples
habilidades en el grupo, algunas de ellas comunicacionales. No, no fue el
cazador el que creó el lenguaje: el lenguaje fue creado, desarrollado y
transmitido -¿alguien lo duda?- por las madres. La cacería se distingue
precisamente por ser silenciosa para no alertar a la presa (Morgan, 1972).
[8] Innumerables saltos semánticos de este tipo en las obras de
Darwin y de Desmond Morris (El mono desnudo), los encontrarán ampliamente
documentados en la lectura de: El origen de la mujer (The Descent of Woman) de
la antropóloga Elaine Morgan (1972). Lectura que recomiendo de manera especial
pues es indispensable despojarnos de tantos prejuicios sobre el tema.
[9] Tres investigadoras estadounidenses han recopilado y publicados
textos de mujeres que opusieron resistencia, precisamente desde el s. VI a. C.
En su obra Women Imagine Change. "Free, I am free! (¡Libre!
¡Soy libre!): así comienza uno de los poemas-canciones de las monjas budistas.
[10] Quod erat demonstrandum: a propósito de conciencia de
género confróntense los últimos cuatro párrafos de este trabajo.
[11] Montalenti fue la más brillante del curso de "piloto
comercial". La emplearon como instructora de vuelo de pilotos varones en
un simulador (es decir, en tierra) gracias a la campaña en su favor de todas
las mujeres lideradas, a través de El Nacional (Caracas), por la periodista
Rosita Caldera. Pero solo años después le confiaron un avión (Cito de memoria).
[12] La Fuerza Aérea Venezolana acaba de reincorporar a las mujeres,
en observancia "al principio de unicidad" (?) de la nueva Carta Magna
(aplaudimos), pero solo en las áreas de electrónica, sanidad militar e
informática, pues "hay oficios que por su naturaleza solo pueden ser
ejercidos por hombres, pues requieren de un gran esfuerzo físico" declaró
para El Nacional (2.2.2000, p. D/12) el Coronel Simplicio Omaña. Lean la
noticia completa: es un concentrado de sexismo.
[13] Hasta los años 40 (siglo XX), por ejemplo, en el penúltimo
Código de Derecho Canónigo, el testimonio de una sola mujer, aunque fuera
doctora, no era válido; se necesitaba que fueran tres. En cambio sí era válido
el testimonio de un solo varón, así fuera analfabeta.
[14] No participé en la redacción de la Exposición de motivos.
El disquete con las últimas revisiones, ya sin presiones de tiempo, entregado
el 20 de diciembre a la Secretaria por Romero, fue confundido entre otros y
salió el llamado "mamotreto" con unos cuantos errores de diferente
tipo, el 30.12.99.
[15] Art. 88."El Estado garantizará la igualdad y equidad
de hombres y mujeres en el ejercicio del derecho al trabajo. El Estado
reconocerá el trabajo del hogar como actividad económica que crea valor
agregado y produce riqueza y bienestar social. Las amas de casa tienen derecho
a la seguridad social de conformidad con la ley."
[16] Art. 76 "La maternidad y la paternidad son protegidas
integralmente, sea cual fuere el estado civil de la madre o del padre. Las
parejas tienen derecho a decidir libre y responsablemente el número de hijos o
hijas que deseen concebir y a disponer de la información y de los medios que
les aseguren el ejercicio de este derecho. El Estado garantizará asistencia y
protección integral a la maternidad, en general a partir del momento de la
concepción, durante el embarazo, el parto y el puerperio, y asegurará servicios
de planificación familiar integral basados en valores éticos y
científicos." En la Constitución anterior (1961) se protegía al niño desde
la concepción. Ahora se protege a la maternidad, en general, es decir, no siempre:
habrá excepciones. Esa coletilla, "desde la concepción", no se pudo
quitar por la presión "infernal" de algunos obispos y del arzobispo
de Caracas. Hace un mes (abril 2000) se aprobó la píldora del día siguiente.
[17] Eco, en la mitología griega, es una ninfa a quien Zeus
persuadió de entretener a su mujer, Hera, con una charla incesante, para que
ésta no pudiese espiarlo. Irritada, Hera le quitó a Eco el poder de hablar,
dejándole sólo la facultad de repetir la sílaba final de cada palabra que
oyera.