La ponencia presenta algunos elementos a considerar para el diseño del Programa Nacional de Formación Docente requerido en el proceso de transformación educativa que se está gestando en el país. En este sentido, se requiere un docente que participe activamente en la investigación de su propia práctica, lo que implica que docencia e investigación deben estar estrechamente unidas y ser asumidas por el educador. Investigar en educación no es producir conocimiento nuevo para llegar a la explicación o solución definitiva de un problema, más aún si es a partir de un conjunto de datos recogidos previamente. Investigar es un proceso integral en el que no sólo el adelanto científico tiene lugar o está presente, si no y más importante, la construcción de la subjetividad creativa como entidad que está en capacidad de serlo. Hay que superar la orientación positivista y la racionalidad tecnocrática y pasar a una racionalidad crítica; es indispensable romper con esa razón instrumental y trabajar en el contexto de una razón crítica con respecto a la investigación; se debe formar en y para la investigación. Es decir, enseñar a aprender a buscar la verdad, el saber, y no sólo transmitir conocimientos como datos ya elaborados o producidos por otros. Pero para que ello sea posible, es imprescindible una transformación de la cultura de las instituciones formadoras de docentes, la cual debe orientarse hacia la formación de un hombre que ejerza con propiedad su papel de clarificador de valores y promotor de las relaciones humanas, inspirado en principios democráticos y de justicia social. Un docente que dirija su acción hacia el desarrollo de un ambiente de aprendizaje preparado para romper con la concepción de la simple transmisión de saber, repotenciando el diálogo constante como una forma de democratizar la enseñanza. El currículo entonces, debe ser concebido para ser administrado en un ambiente de confianza que estimule la interacción humana y que tome en cuenta el crecimiento personal. Debe estar orientado hacia el desarrollo de la autoresponsabilidad, creando las condiciones para investigar y estudiar, lo que induce de hecho a la autoeducación permanente. Un currículo en el cual la investigación, repetimos, constituya la base de la enseñanza y el aprendizaje; en fin, que se oriente hacia la formación de un individuo apto para convivir solidariamente, que valore su trabajo y que participe activa y conscientemente en los procesos de transformación social.