ANTROPOLOGÍA: DETRÁS DE LAS DECISIONES DE ÉTICA CLÍNICA JOSÉ IGNACIO VALLE MANSILLA1 RESUMEN Analizamos brevemente el concepto que del hombre se han dado desde las más conocidas propuestas filosóficas. Este concepto constituye la base para la elaboración de sistemas de valores, bienes y fines que fundamentan los argumentos bioéticos usados en el debate sobre los problemas morales y sociales del trabajo médico. PALABRAS CLAVE: Antropología, Valores, Biomedicina. ABSTRACT We briefly discuss the concept of human being from the most well known philosophical proposals. This concept is the ground to develop different systems of values, goods and targets which support the bioethical arguments used in the debate about the moral and social problems of the medical work. KEY WORDS: Anthropology, Values, Biomedicine. La profesión médica es sin duda una de las más nobles e interesantes actividades a las que una persona puede dedicar su vida y esfuerzos. Al menos así lo creemos aquellos que vivimos en el fragor de la actividad clínico asistencial y pese a las múltiples dificultades podemos detenernos agradecidos e ilusionados ante un enfermo grave que recupera la vitalidad, o ante un niño que vuelve a jugar. La bioética es una disciplina que ha permitido cristalizar los aportes de distintas áreas académicas al quehacer biomédico ofreciendo al clínico la posibilidad de enriquecerse con una visión y capacitación que le facilita el afrontar los difíciles conflictos que continuamente aparecen en el trabajo hospitalario. Sin embargo, para algunos autores la bioética se ha convertido en un vehículo ideológico a través del cual sus exponentes se llerguen como justificadores sofisticados de todo cuanto la comunidad científica desea hacer. Muchos de ellos tienen amplios conocimientos de teología cristiana y metafísica kantiana que ponen al servicio de sus argumentaciones para rebatir a aquellos que, partiendo de esas tradiciones, mantienen posiciones más enérgicas. Es sabido que ni la propia ciencia de los laboratorios está exenta de conflictos de interés y más aún lo estará una disciplina que pretende ser un puente entre ciencia y humanidades, entre intelectos y visiones sobre el impacto de la actividad humana en la biosfera. Sin embargo no creemos que esta joven disciplina signifique la estéril discusión de concepciones cerradas e irreductibles sobre la vida, el hombre y la ciencia. En el presente artículo abordaremos muy brevemente la visión del hombre que se encuentra detrás de las diferentes posturas filosóficas y que a nuestro entender son el 1 Médico Residente de Medicina Interna. Clínica Universidad de Navarra, Master en Bioética, UNMSM/OPS Licenciado y Master en Educación. Universidad de Piura. Email: jivalle@unav.es, ignaciovalle@hotmail.com núcleo fundamental sobre el que se construye el edificio intelectual de valores, bienes y fines que permiten luego elaborar una argumentación bioética sobre los problemas morales y sociales del trabajo médico. Empecemos por ver la importancia de la definición antropológica incluso para el manejo de términos médicos corrientes como es la diferencia entre salud y enfermedad. Existen para la antropología médica general dos corrientes principales que conceptualizan la enfermedad y la salud de manera distinta. Una es aquella que busca una definición básicamente descriptiva, evitando cualquier carga valorativa, por lo que considera que un organismo enfermo es aquel que tiene una limitación anatómica o funcional que lo distingue de su especie. La otra es aquella que se basa en criterios sociales y culturales con lo cual la enfermedad sería aquella situación que separa al individuo de la norma de su grupo social. Según estos últimos la carga valorativa que haga cada persona de su condición es lo que definiría más apropiadamente la situación de enfermedad. La primera de ellas al dar una definición descriptiva de enfermedad nos da también una visión de la terapéutica basada en la mejoría de una función faltante y que es propia de la especie, sin darnos un criterio moral sobre una intervención distinta a la de restablecer una cierta capacidad funcional. La segunda, basada en un modelo normático sociocultural tampoco nos brinda elementos de juicio que no partan de una determinada disfunción, esta vez en relación a patrones sociales. Aparentemente para ambos modelos toda intervención médica que sale de lo conceptualizado sería opuesto a la ética pero no creemos que esa deducción sea del todo posible ya que simplemente nos movemos antes un vacío conceptual de ambos modelos para los actos médicos. El problema de la esencia del hombre ha sido abordado de muchas maneras a lo largo de la historia, resultando de ello múltiples antropologías que han originado en gran medida que el hombre actual no sepa quién es y se encuentre en situación de incertidumbre y desorientación. En este sentido resultan actuales los comentarios de Max Scheler (el iniciador la ética de los valores) acerca de que la reflexión filosófica y sistemática sobre el ser y el significado del hombre es una de las tareas urgentes de nuestro tiempo. La primera pregunta que debe responder el filósofo de la biomedicina es aquella relacionada con la existencia del ser humano: ¿corporeidad y espiritualidad, o simple corporeidad?. Esta es la magna questio, como la definía San Agustín, una pregunta que resulta crucial ante la realidad del sufrimiento y la muerte, que afecta a todo el ser humano, imponiéndose además a la atención que brinda la medicina y permite darle sentido al esfuerzo del trabajo médico. La prueba clásica de la espiritualidad del alma, y por lo tanto del yo, tal como la definieron los filósofos griegos de la cultura clásica, se basa en el principio de proporcionalidad entre causa y efecto, esto es, entre las actividades del hombre y el principio del cual proceden. En el hombre se dan actividades de carácter biológico explicables por la actividad del sistema nervioso vegetativo, pero el mismo sujeto, el mismo yo, despliega actividades de carácter inmaterial como la intelección de las ideas universales, la capacidad de reflexión y la libertad. Estas actividades no se explican sino por un principio, una fuente de energía de orden superior no ligada a la materia, una fuente inmaterial y, por lo tanto, espiritual. El hombre se posee a sí mismo, es autoconsciente de su mundo interior tanto como lo es del exterior siendo ello reflejado en su creación cultural. Esto significa que el hombre se lleva a sí mismo, de manera genérica, en la realización de sus actos, en la organización con sus similares y las diferentes formas de comunicación que desarrolla. Esta cualidad de poseerse a sí mismo siendo conciente de su realidad interior y exterior es lo que ancestralmente se ha llamado Inteligencia. En concepto de Xavier Zubiri la inteligencia es la estructura radical que el hombre posee, en virtud de la cual se enfrenta con el resto de la realidad y hasta con su propia realidad teniendo de manera exclusiva una función trascendental. Toda persona humana tiene esta dimensión trascendente en cuanto capaz de abrirse a algo que está más allá de sí misma. Varias facetas de la vida humana son muestras evidentes de su constitución trascendente que se materializa en experiencias como la creatividad artística y cultural, la adquisición de nuevos conocimientos, el amor verdadero, la donación personal, la educación de un niño o la organización justa de la sociedad. Es importante acotar que la inteligencia humana no se limita a la capacidad de desarrollar ciertas habilidades o de resolver problemas lo cual ya se evidencia en los animales como lo demostraron los clásicos experimentos de condicionamiento conductual realizado por los fundadores de la teoría psicológica del conductismo. La ejecución versátil de comandos, autoanálisis de sistemas programados o la presencia de memoria no es tampoco la definición de inteligencia, como lo pretenden ciertos mitos de ciencia ficción como los de la “inteligencia artificial”. Desde este punto de vista resultan reduccionistas diversas concepciones del hombre que se han dado a lo largo de la historia del pensamiento, (concepciones que toman la parte como si fuera el todo) como por ejemplo el enfático antropocentrismo dualista de Descartes que dejó un marcado sentido instrumentista a la corporeidad, reduciendo al hombre a la conciencia de sí mismo. Si bien Leibnitz recurrió al concepto de armonía preestablecida entre el orden espiritual y el orden físico para eliminar la idea de la intervención continua de Dios que se desprendía del sistema cartesiano, continúa subrayando un dualismo estructural, que en su momento estimuló al monismo materialista que ve en los fenómenos definidos como psíquicos o espirituales el reflejo de la organización física. El marxismo sometió el concepto de hombre a una revolución más individualista, afirmando que el cuerpo agota la totalidad del hombre. Ello fue un rasgo característico del S. XIX que impulsó la investigación que pretendía demostrar que la realidad intelectiva y consciente del hombre se explicaría cabalmente desde la actividad química neuronal. Más adelante algunas corrientes psicológicas contemporáneas como el conductismo (que tanto ha influido en el mundo de la educación) y el psicoanálisis, contribuyeron a superar en algo la visión mecanicista del hombre. De alguna manera redescubrieron para la ciencia la realidad de la inteligencia y la volición como principios complejos no explicables desde la pura organicidad. Ciertamente estas últimas escuelas han ofrecido aportes notables para la interpretación de la realidad del hombre en su subjetividad y su patología, pero no escapan de una visión incompleta de la persona humana, a nuestro modo de ver. Dentro de las concepciones que más han influido en la segunda mitad del siglo XX mencionaremos el modelo liberal que considera a la persona como el sujeto de edad adulta capaz de autonomía y el ejercicio pleno de su propia libertad personal. Al dejar de lado en esta definición a quienes pierden o aún no poseen la capacidad de autonomía, se les considera objetos más que sujetos con la correspondiente consecuencia moral de aprobar una intervención biomédica mientras el contexto legal y social no lo impida. El concepto sociobiologista basado en las teorías evolucionistas (derivadas del pensamiento de Darwin) considera que la evolución social y moral es la reivindicación de la especie dominante para asegurar el progreso por lo que valora positivamente cualquier elemento del progreso científico y tecnológico. Los modelos utilitarista y contractualista fundamentan sus razonamientos en el cálculo de las consecuencias de un acción determinada sobre la base de la relación costo/beneficio. Para ellos si una intervención médica asegura una nueva cualidad o mayor sofisticación en la función social de una generación sobre otra, tal intervención la considerarán ética. Es precisamente el concepto antropológico que se asuma el que da lugar al razonamiento moral que, según las escuelas, puede llevar a muy distintas propuestas en temas como la eutanasia, la manipulación genética germinal, el aborto, el estado vegetativo y otros. Por último, diremos que es importante destacar que el hombre es un ser con atributos de una realidad espiritual, que articula por la razón los valores y exigencias, que adquieren sentido gracias a su capacidad de comunicación verbal, concebir ideas e ideales, de actuar con la conciencia de la propia libertad y con la convicción de una objetividad meta-empírica. Estos aspectos, los más profundos de la realidad humana, no pueden ser estudiados con la sola asistencia de las ciencias positivas por la simple razón que todo ello escapa al campo de estudio de las ciencias empíricas. Para ello se requiere de otra disciplina, no menos racional, llamada metafísica, al menos si queremos tener un estudio completo de los diferentes ángulos que presenta esta compleja realidad que reconocemos como Persona Humana. BIBLIOGRAFÍA 1.Gracia D, Fundamentos de Bioética, Madrid, Editorial Eudema, España, 1989. 2. Sgreccia E, Manual de Bioética, , Editorial Diana, México 1996. 3. Cuevas P.,Retos de la sociedad biotecnológica. Ciencia y Ética. Faes. España 2004. 4. Delgado H, El Médico, la Medicina y el Alma. Fondo editorial UPCH. Perú. 2003.